La Tierra - El Pacto Humanitario

 

La Tierra

 

      Se refiere a la necesidad de hábitat y a las exigencias económicas del cambio climático.

 

      La degradación ecológica y la crisis ambiental son consecuencia de la acción de los seres humanos al satisfacer sus necesidades con los recursos naturales a su disposición, causando daños al medio ambiente y a todos los seres vivos que dependen de él. El eminente cambio climático no es más que la punta del iceberg de una crisis ecológica multidimensional que tiene su traducción y origen en las esferas de lo social y lo económico.

 

      Nuestra sociedad actual es claramente insostenible. Por término medio, gastamos en un año los recursos equivalentes a una vez y media la capacidad anual de la Tierra para producirlos. Estamos acelerando el cambio climático con sus devastadoras consecuencias, con la emisión de CO2 a la atmósfera, contaminamos mares y ríos con vertidos químicos y expandimos la radioactividad con accidentes imprevistos... revertir la situación se ha convertido en una cuestión de supervivencia pero, como de todos es sabido, no hay suficiente dinero disponible para lograr los objetivos fijados.

 

Se han encendido las alarmas. El calentamiento global amenaza la supervivencia de la población del planeta. El aumento paulatino de la temperatura incrementa los riesgos de catástrofes naturales, sequías e inundaciones, desprendimientos de tierras, malas cosechas, extinción de especies animales... y para la salud humana tales como la contaminación del aire y el agua, produciendo brotes de enfermedades.

 

      Los científicos, desde 1974, advirtieron de la potencial crisis global como resultado de la progresiva destrucción de la capa de ozono, protectora de los rayos del Sol, causada por sustancias producidas por el hombre. Con el fin de promover un medio ambiente seguro global se creó el Programa de las Naciones Unidas para el medio ambiente (PNUMA) para catalizar y coordinar actividades en otros campos como biodiversidad, pobreza, educación y salud.

 

      En el año 1989, se llegó a la conclusión de que el uso indiscriminado y la mala administración de los recursos, unido a la inconsciencia social del ser humano, han sido las principales causas del problema medioambiental, dando paso a lo que se conoce como desarrollo sostenible, sin descuidar el desarrollo endógeno, ajustado y revisado en la Cumbre de la Tierra de Rio de Janeiro (1992) con la adopción de un programa de acción para el siglo XXI, llamado agenda o proyecto 21; en el año 2000 las naciones Unidas acordaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio para el 2015; y posteriormente, en la Cumbre de Johannesburgo 2002, donde no solo se plantó la preocupación por la ecología y por el mantenimiento de la vida en el Planeta, sino también por su calidad de vida, resaltando la lucha contra la pobreza, protección y fomento de la salud humana, medidas mundiales a favor de la mujer, la infancia y la juventud; seguida de la Conferencia sobre el Cambio Climático de Copenhague 2009 donde se planteó la política de cambio climático al más alto nivel político.

 

      En el 2015 La Asamblea General de la ONU adoptó la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible. Se sustituyeron los objetivos del Milenio por un plan de acción a favor de las personas, del planeta y de la prosperidad, que también persigue poner fin a la pobreza en el mundo, erradicar el hambre y lograr la seguridad alimentaria; garantizar una vida sana y una educación de calidad; lograr la igualdad de género; asegurar el acceso al agua y la energía; promover el crecimiento económico sostenido; adoptar medidas urgentes contra el cambio climático; promover la paz y facilitar el acceso a la justicia.

 

      Sin embargo, el crecimiento económico y la prosperidad alcanzada en los países desarrollados se ha debido, en gran medida, al uso del petróleo como energía principal, a pesar de ser un recurso finito y contaminante. La producción mundial de crudo está llegando a su cenit y después declinará tan rápido como creció. Este hecho implica importantes consecuencias para los países que dependen en gran medida del petróleo barato y abundante, especialmente para el transporte, la agricultura, la industria química y la calefacción doméstica.

 

Por otra parte, el impacto que el ser humano ejerce en el ambiente natural es severo. A medida que la población mundial aumenta, se incrementa la contaminación. Los resultados del exceso de población, sobrepoblación, son conocidos por todos: destrucción del entorno, una disminución en la calidad de vida, hambruna, guerras, enfermedades endémicas, emigración forzosa, extinción de especies animales y vegetales, deforestación, afectación de la capa de ozono...

 

Diariamente, las ciudades con una población densificada producen toneladas de desechos sólidos (basura orgánica e inorgánica), consumen grandes cantidades de energía y emiten agentes contaminantes al ambiente. Si la población mundial permanece creciendo en un promedio de tres niños por pareja, para 2050 la población mundial será de 10.5 mil millones habitantes, de los cuales 7.7 mil millones sufrirán pobreza extrema, falta de agua potable, hambruna, enfermedades, etc. Además, con más población la demanda de recursos también aumentará la necesidad de su obtención, cosa que pueden llevar a conflictos entre nosotros y a guerras entre países o etnias, como viene sucediendo desde siempre.

 

      La superpoblación no es tanto una cuestión de espacio, como de limitación de recursos y es el resultado de un incremento de nacimientos, una disminución de la mortalidad debido a los avances médicos, un aumento de la inmigración o por un situación insostenible al agotarse los recursos. Es posible que en áreas de escasa densidad de población se dé sobrepoblación porque el área en cuestión no pueda sostenerla.

 

      El concepto de sobrepoblación se basa en el principio de que todo territorio tiene una determinada capacidad de carga, que viene determinada por la cantidad de recursos disponibles y por la tasa de renovación de éstos. La población de cualquier especie alcanza su nivel óptimo cuando ésta es igual a la capacidad de carga. Si la población aumenta por sobre la capacidad de carga, se produce sobrepoblación, y por consiguiente los recursos no alcanzan para todos los habitantes.

 

      Se está luchando para reducir los efectos de la acción del hombre sobre la salud del Planeta, invirtiendo en investigación científica y creando conciencia entre gobiernos, empresas y habitantes sobre la necesidad de procurar el desarrollo sustentable, no por ello el problema está en vías de solución.

 

      Los países han admitido que el cambio climático constituye una amenaza cada vez mayor para el desarrollo. Los efectos del cambio climático ya se están empezando a percibir en todos los continentes. Aún es posible limitar el cambio climático si se adoptan medidas de inmediato, aunque conlleve gastos, pero actuar ahora será mucho menos costoso que hacerlo en el futuro. Hay que tener en cuenta los numerosos beneficios secundarios, como por ejemplo, la mejora de la calidad del aire, los beneficios para la salud y una mejor calidad de vida.

 

Para transitar hacia la sustentabilidad se impone cambios profundos en los estilos de vida, de desarrollo, de pensamiento y conocimiento, relacionados a procesos educativos. Los gobiernos deberían tomar medidas activas a fin de ejecutar programas para establecer y reforzar los servicios de salud preventivos y curativos, que incluyan servicios de salud reproductiva seguros y eficaces, centrados en la mujer y administrados por mujeres, así como servicios asequibles y accesibles de planificación responsable, en consonancia con la libertad, la dignidad y los valores personales y teniendo en cuenta las consideraciones éticas y culturales.

 

      A pesar de todos los esfuerzos realizados, aun siendo válidos los métodos para el desarrollo sostenible, se ven limitados por la carencia de recursos económicos a tal fin, insuficientes a todas luces. Se siguen contaminando los suelos, las aguas, el aire y todo aquello que tenga vida, al mismo tiempo que se han incrementado las catástrofes naturales que dejan devastados pueblos enteros.

 

Se hace imperativo y es esencial para la vida del ser humano en la Tierra ganar la estrategia en favor del medio ambiente por lo que es imprescindible contar con los mínimos recursos económicos necesarios para su consecución. Frenar y paliar las consecuencias del cambio climático se ha convertido en el objetivo prioritario de supervivencia, una exigencia humana ineludible para preservar la vida en la Tierra.

 

      Con los recursos actuales se hace impensable llegar a tiempo para evitar el colapso de la humanidad. Por ello, se debería considerar el agotamiento de los recursos naturales, debido a su sobreexplotación, como un problema de supervivencia del ser humano, una necesidad básica. Esto nos llevaría a plantear una nueva aplicación del valor mínimo de la vida, certificado por el Banco Mundial, de donde surgiría el capital necesario para hacer frente a esta cuestión; y por otra, el lógico aumento de la población al tener el sustento asegurado, también se convertiría en un problema esencial, lo cual nos llevaría a estimar la posibilidad de destinar el capital necesario, de este nuevo recurso de subsistencia, al desarrollo de programas aéreo-espaciales pensados para obtener recursos de otros planetas para poder seguir creciendo. Hay que poner la esperanza en la inmensidad del universo, finito pero ilimitado, de donde podemos obtener todo el espacio y los recursos naturales que necesitemos.

 

      Ante la compleja situación descrita en esta subcategoría se hace prioritario la aceptación de un Pacto Humanitario que dote a la Organización de las Naciones Unidas de la herramienta necesaria, fundamentada en el valor mínimo del ser humano, para poder disponer del mínimo capital imprescindible para hacer posible un modelo de desarrollo económico sustentable respetuoso con el medio ambiente. De este modo, no existirían impedimento en desarrollar todos los planes de acción en favor de las personas, el medio ambiente, y la prosperidad en el planeta, alcanzando la paz de subsistencia, mantenida, perpetua, posible, mínima, fraternal entre los pueblos y la seguridad cívica y ambiental, en cumplimiento de los objetivos de la Agenda 30.

 

      Los pronósticos que figuran en dicha Agenda no son argumentos de ciencia ficción, son muy reales. Se sabe cómo revertir la situación, lo que no abunda son recursos económicos exigibles para acelerar este proceso. Por ello se hace imprescindible implementar el mínimo valor de subsistencia bajo el mandato de un Pacto Humanitario, que ayude a revertir la tendencia, a la mayor brevedad.

 

      Con el modelo económico que proponemos se puede pensar en la creación de multitud de puestos de trabajo en el sector de la industria aéreo-espacial, principalmente, y en multitud de servicios sociales a la comunidad. En estos términos, 7 mil millones de personas pueden ser suficientes, pero podemos llegar a ser muchísimos más y vivir de la propia prosperidad, gracias al trabajo engendrado por la necesidad de subsistencia de la vida en el planeta Tierra.

 

      En este mundo, no sobra nadie, falta gente. En el paradigma futuro no somos bastantes para agotar todas las posibilidades que nos brindan todos los planetas que gravitan en el universo. Puede sonar a ciencia ficción, como los propósitos de la Agenda 30, pero es muy real, alcanzable y posible por sufragio universal con un Pacto Humanitario beneficioso para la naturaleza del ser humano, moralmente ineludible, por el bien común de todas las sociedades, culturas y religiones.

 

      “Sin hábitat no hay vida”, es evidente, el hábitat es una necesidad básica. Esta certeza, que nadie puede dudar, ni querer poner a prueba para verificar su evidencia, pues es evidente que es cierto que el hábitat, como condición para la vida, tiene valor básico de subsistencia para el ser humano, da pie a pensar que la mejor manera para poder solucionar su deterioro, es usar el valor que tiene como agregado mínimo de subsistencia para sufragar proyectos promovidos por la ONU y los Estados, destinados a mejorar las condiciones del hábitat de la Tierra y de las personas, con dinero transferido del Certificado Valor Agregado de Subsistencia, correspondiente al Activo Patrimonial Agregado del Fondo de Subsistencia del Banco Mundial, anotando en el Activo: hábitat, y en el Debe: saneamiento de la Tierra, acordado por un Pacto Humanitario entre todos, por sufragio universal.

 

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